La última vez

Era uno de esos días en los que debía de recordar el último y posiblemente, el primer día del resto de mi vida.
Han pasado cinco años desde aquella tarde en la que me avisaste con un mensaje de texto diciendo, "tenemos que hablar, quedamos en aquel sitio a la misma hora".

Desde ese momento, todo mi ser comenzó a romperse a pedazos y mi cabeza solo repetía una y otra vez, ¿Qué me querrá decir? ¿Querrá dejar esto? ¿Qué ha pasado?

Llegué a las siete y media a aquella parada, donde te declaré mis sentimientos y, no fue precisamente idea mía el quedar en dicho lugar, más bien, fue tuya.
He de admitir que aquello me olía raro...
¿Qué querrá decirme?
Mi cabeza no dejaba de dar vueltas con ese dichoso mensaje. 

Recuerdo que llegaste cinco minutos tarde, como de costumbre, una ya se acaba acostumbrando a esos pequeños retrasos aunque en tales momentos, todo parece pasar lento...
Me llevaste a tu cafetería favorita, yo pedí, con las manos nerviosas, una Coca Cola y tu, una Heineken, como siempre. Nunca cambiaste.
Nos sentamos en aquella mesa que da a la ventana, precisamente donde nos sentamos en nuestra primera cita, por la que puede observarse la calle, en la cual los niños juegan. Al menos, eso rompía un poco el silencio de ambos.
Observé sus manos, estaba sereno, lo contrario a mi. Pero su rostro era distinto, tenía esa manía de morderse el labio inferior cuando algo estaba pasando...

-¿Porqué estás nerviosa? -preguntaste, después de fijarte en ese temblor que recorría mi cuerpo y mi mirada perdida...
-Estoy bien, tranqui- afirmé, intentando hacerme la dura aunque conociéndolo, dudo que se lo creyera, -¿qué querías decirme? -Pregunté atemorizada.

Vuelvo a observar sus manos, no sé porqué no dejaba de mirarlas... Siempre he pensado que son preciosas.

Intentaba hablar, pero sin darnos cuenta, de un momento para otro, el ambiente cambió de tenso a algo más tranquilo y con ello, su intento de hablar de aquel dichoso tema era interrumpido, como consecuencia al chiste que escuchamos proveniente de la mesa de al lado.
Comenzó a reír. Su sonrisa era preciosa. Y su mirada... Bueno, su mirada es casi astral, digna de ser grabada en la luna... Y admito, que cada vez que te reías, me hacías sentir que todo estaba bien.
Y hay que admitirlo, aquel señor y su chiste, lograron que todas las dudas que rondaban por mi cabeza desaparecieran después de vernos a los dos, uno frente al otro, mano con mano, riendo y contando chistes y alguna que otra, y posiblemente repetitiva, anécdota.

Entre risas y bromas soltaste aquella frase que nunca jamás me hubiese imaginado, marcando el fin y un principio en mí.
Rompiendo la tranquilidad que se aposó en mi angustiada alma. Por fin lo soltaste.
Han pasado cinco años y todavía recuerdo aquella frase...

-Cariño...- Dijiste esbozando una falsa sonrisa.
-¿Si?- Pregunté, todavía con la risa.
-Tengo cáncer.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares