Entre Chupitos

Sentado en la barra. Frente a mi, un vaso de tubo. No sé que narices hago aquí. A veces, si que las sé. Otras, no tanto. Ya ni recuerdo que estoy bebiendo. Lo que si puedo acertar, es que no consigo adaptarme a este mundo. A sus locuras y desmadres.
Y para ser sincero, reparto mi vida con dos casas. 
En una, como y duermo.
En la otra, paso las horas muertas bebiendo. 
La primera está en pleno centro de la ciudad y la segunda, está en esta estación.
En este viejo bar.
¿Que porque aquí? Es sencillo.
Dicen que cada media hora, una nueva persona aparece por estas zonas. Y en parte, es razonable. Es una estación. 

Suelo ir de sitio en sitio y de flor en flor. 
Lo mío no se parece mucho a una estación que digamos. Llevo esperando... No sé cuanto a que alguien llegue. A que alguien choque su andén contra mis narices.
Al menos, encuentro consuelo en esta cálida barra y en su bebida. A veces, me gusta jugar a los chupitos en el silencio que se crea entre canción y canción.
Creo no haberlo comentado pero, me temo que mi estación está al borde del desahucio y poco puedo hacer. Tampoco es que lo intente evitar.

"¡Ahora! ¡Ahora! ¡Hay un silencio entre canciones!"

Ahora, es cuando juego a beber dos chupitos de tequila. Y mientras hago acto de mi estupidez con este jueguecito, se comienza a escuchar esa canción de aquel artista que tanto me gusta. 
Esta, en especial, me gusta por una parte que dice:

El amor siempre nos viene envuelto de regalo,
y como niños le arrancamos rápido el papel.
Al principio no dejamos ni un segundo de jugar,
pero luego siempre acaba en el desván,
y entre polvo y polvo, solo, soledad.

En fin.
Va siendo la hora.
He de cerrar mi puerta.
Echaré el candado.
Colocaré un cartel y avisando.
En Quiebra y Desamor.

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